Su visita no puede dejar indiferente a ninguna de las personas que tienen afinidad con las temáticas urbanas y que han visto las transformaciones de las metrópolis latinoamericanas in situ. La autora, Raquel Rolnik entre sus múltiples logros y reconocimientos que ostenta, sin duda resalta que fue relatora de la ONU durante seis años por el Derecho a la Vivienda Adecuada, pero sin duda lo más valorable es su constante llamado de atención frente a las consecuencias que está generando el modelo de financierización en los más vulnerables.
Como Observatorio Cité estuvimos en el lanzamiento de su libro: “La Guerra de los Lugares” de la editorial LOM, y destacamos sus planteamientos en la siguiente reseña.
Para Raquel una nueva era de colonización se está llevando a cabo, que ocurre a través del mercado de las financias, cuyo único objetivo es la extracción de renta. Dicha colonización, es territorial y cultural, puesto que sobre todo se da en territorios como el Sur Global y, además, no sólo extrae los recursos sin retribuir absolutamente nada a dichos territorios, sino que también coloniza las mentes a través de la cultura del consumo.
La hegemonía de las finanzas que está presente a nivel mundial necesita un crecimiento exponencial de intereses para sustentarse, pero dicho crecimiento no se traduce en más empleos, mejores infraestructuras o ciudades más justas, sino todo lo contrario: aún se refleja en más desigualdad y degradación socio-ambiental, puesto que los intereses de las ganancias del capital se reinvierten y nunca retornan a los territorios de donde fueron extraídos, permanecen en una especie de “nube” que flota encima de la tierra, según la autora.
Los intereses de la industria financiera corresponden mayoritariamente a las ganancias de 30 grupos multinacionales, encabezados por los fondos soberanos de países de los Emiratos Árabes, pero también de personas comunes y corrientes, como nosotros, que desconocen absolutamente que son parte de este sistema, según Rolnik. En el segundo lugar de la lista están los fondos de los profesores jubilados de Texas.
Para Rolnik, estas ganancias producidas por la industria financiera son “capitales sin vínculos, desterritorializados” que extraen renta en territorios determinados. Prueba de ello, es el desmantelamiento del Estado de Bienestar Social en países en los que fue fuerte como USA o Europa occidental, y también territorios donde dicho Estado fue una ilusión como en el caso de Latinoamérica.
Es paradójico el escenario que rebela la autora, puesto que se han desmantelado y privatizado todos los institutos de previsión social, la salud y la educación, pero nosotros somos los principales accionistas de esas nuevas corporaciones sin siquiera saberlo o quererlo, prestaciones que antes estaban a cargo del Estado.
En ese contexto, la vivienda fue uno de los sectores que entraron de lleno al proceso de la financierización, y en que el Estado tuvo un protagonismo único al entregar subsidios públicos para que esto pudiese llevarse a cabo. La autora muestra el caso de Inglaterra donde Margaret Thatcher privatizó absolutamente todo el stock público de viviendas, pero ocurrió sin desplazamiento, por lo tanto, no produjo rechazo ni oposición.
La financierización de la vivienda, fue una jugada magistral de la Industria, que fue capaz de convertir un bien raíz, algo absolutamente anclado al territorio en algo tan abstracto como el capital. Pero la pregunta es: ¿cómo la industria financiera consiguió convertir la vivienda en un vehículo financiero? La respuesta para la autora es la llamada “titulación”, proceso que consiste en transformar activos fijos en un papel o contrato convirtiéndolo en un activo móvil.
Pero sin duda, dentro del análisis que ella hace sobre la financierización de la vivienda, resalta que siempre los afectados en momentos de crisis corresponden a los más vulnerables, “si algo pasa, es la familia endeudada la que pierde la casa” – sentenció Rolnik, como ocurrió con la crisis de las hipotecas subprime en USA en 2008.
Ahora cabe cuestionarse el rol del Estado en esto. Muchos de los investigadores que trabajamos temáticas urbanas apuntamos al Estado Neoliberal quien deja hacer al mercado libremente –laissez faire-; sin embargo, la autora nos invita a cuestionarnos que la inacción también es una acción, y que sin duda alguna, el actuar de los Estados no se ha limitado a la inacción, sino todo lo contrario: “el proceso de financierización fue construido por el Estado para garantizar rentabilidades, lo que va más allá de una desregulación, sino una regulación fuerte hacia los capitales”.
Ahora, ¿por qué lanzar este libro en Chile?
Según Rolnik, en Chile surgió el modelo de financierización de la vivienda que hoy opera para todo el Sur Global. Dicho modelo que se montó con subsidios públicos directos para los promotores inmobiliarios o incluso excepciones normativas. Dichas empresas de vivienda, que partieron en Chile, salieron a otros países del continente, buscando mejores rentabilidades. De todas maneras, el proceso hoy tiene un matiz completamente diferente, las rentabilidades de las viviendas son bajas y por eso la financierización ha diversificado su objeto de culto. “Hoy ya no importa la vivienda, el producto más rentable corresponde a infraestructuras de ocio, un tipo de producto como el mall, que en todas las ciudades tiene la misma cara”.
Finalmente, la autora plantea que las políticas públicas sin duda alguna han abandonado a los ciudadanos, el Estado destraba tierras públicas que son traspasadas a privados para obtener mayores rentabilidades, terrenos centrales y bien conectados que pudieron ser entregados para la construcción de viviendas sociales; esto ha impedido el ejercicio del derecho a la ciudad de todos los ciudadanos.
Frente a este escenario pesimista, ¿qué es la Guerra de Lugares vociferada en el título del libro? En palabras de Raquel Rolnik, la guerra de lugares viene a ser la resistencia contra el poder hegemónico representado por la colación entre Estado e Industria financiera. La guerra representa el simple hecho de existir en estos territorios; es permanecer, negarse a vender la vivienda en un barrio altamente cotizado, lo que constituye un bloque para que esta lógica de la financierización no tome todos los espacios del planeta.