Por Ignacio Arce, Vladimir Venegas y Pedro Palma
Durante el año 2016 y 2020 la ONG Observatorio CITé se propuso visibilizar el patrimonio inmaterial de dos espacios urbanos fundamentales en la historia de la residencia popular en Santiago, como los cités y los conjuntos construidos por la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) en la década de los 70, y para hacerlo se enfocó en los discursos y prácticas culturales producidos por sus propios residentes.
La idea principal era confrontar el entendimiento institucional del patrimonio con aquellos elementos que no son considerados por los órganos competentes en la materia, construyendo así una historia que se inscribe cotidianamente en lo que denominados “Geografías Populares”.
Se buscó salir de la mirada investigador-investigado para poner atención a las voces de vecinos/as, las historias, habladurías, chismes, aventuras, sucesos del acontecer diario que se funden con aquellos elementos materiales y estáticos reconocidos como patrimonio cultural material.
De esta forma, en el presente escrito buscamos aportar con las primeras reflexiones entorno a lo que denominados Patrimonio Oculto”, dejando en claro que nuestro interés no es definir un margen conceptual, si no, más bien ampliar la mirada que existe sobre lo que es y no es patrimoniable.
Entre patrimonios
Cualquier acercamiento a las prácticas y representaciones socio-culturales en un territorio particular, requiere el manejo y uso adecuado de conceptos claves para comprender lo que se expresa como Patrimonio Oculto. Surge la necesidad de pensar, antes que todo, al Patrimonio Oculto como una forma de patrimonio cultural, para después entender cómo nace este concepto y su significado específico.
El patrimonio cultural puede entenderse como un legado, una herencia que reúne un valor manifiesto en el presente, es dinámico, expresa la capacidad creativa, espiritual y política de grupos humanos para conectar su pasado con el presente y proyectarlo hacia el futuro. El patrimonio cultural contribuye a la conformación de la memoria individual y colectiva, en tanto permite el rescate y preservación de características socioculturales compartidas en una época de identidades propias y que son tan singulares como la geografía que les acoge. El patrimonio cultural desde esta perspectiva provoca arraigo con el territorio.
En base al patrimonio cultural las organizaciones humanas recrean nuevos usos, funciones y sentidos en donde se auto reconocen como tal. Su reconocimiento muchas veces se ve expuesto a los cambios en las tendencias de valorización social sobre este tipo de expresiones, lo que expone en algunos momentos su auge, así como su fragilidad. Lo que es patrimonio hoy puede no serlo en el futuro, y viceversa.
El contenido de la expresión patrimonio cultural ha variado durante los últimos años, principalmente por la influencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), desde donde en 1972 se dictaron lineamientos generales respecto al reconocimiento y preservación del patrimonio en el mundo. La mayoría de los países suscriben a tales definiciones desde su creación, incluido Chile, por lo que constituye el primer referente de la institucionalización del patrimonio cultural. Así, la UNESCO define al patrimonio cultural como:
…en su más amplio sentido es a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio.
A esta definición se le debe añadir la distinción entre el patrimonio cultural material e inmaterial, donde el primero se basa en destacar monumentos (obras arquitectónicas monumentales, elementos o estructuras arqueológicas), conjuntos (grupos de construcciones) y lugares (obras humanas o naturales). Por su parte, el segundo tipo de patrimonio, el “inmaterial”, se basa en destacar usos, representaciones, conocimientos y técnicas (junto a todo lo material que les son inherentes) que un grupo humano lo reconozca como integrante de su patrimonio cultural. Se transmite de generación en generación, es vigente, integrador, representativo y basado en la comunidad, lo que otorga identidad y promueve el respeto por la diversidad cultural y la creatividad humana. En el año 2002 Chile ratificó y promulgó la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, incorporando sus definiciones y lineamientos.
Estas definiciones alimentan el funcionamiento de las instituciones dispuestas al reconocimiento y preservación del patrimonio cultural, pero existen dificultades para adecuarlas a la gestión del patrimonio local en su complejidad y amplitud de expresiones. En Chile tiende a prevalecer una tendencia de valorización del patrimonio cargada a las consideraciones estéticas y simbólicas que encierra la arquitectura, lo monumental, así como también sectores urbanos o barrios con historias emblemáticas. En este contexto, mucho valor patrimonial vinculado a expresiones, usos y saberes se escapa, diluye u olvida porque no existe el reconocimiento social pertinente que motive la acción institucional.
Por ejemplo, respecto al patrimonio cultural material, los esfuerzos institucionales por considerar lo local dentro de su política de patrimonialización a escala urbana han derivado, en términos concretos, en la definición de dos categorías de clasificación: zonas e inmuebles de conservación histórica, siendo determinadas por los valores culturales (arquitectónicos o históricos) que poseen, por la relevancia urbanística y ser un hito de significación urbana. Para su declaración, tiene que existir una fundamentación técnica de estos criterios los cuales son incorporados en los instrumentos de planificación territorial vigentes.
En el caso de lo inmaterial, la ratificación e incorporación como ley de la convención que salvaguarda el patrimonio cultural inmaterial en el año 2002 por la UNESCO, también rescata elementos de carácter más local a través del reconocimiento de prácticas y actividades relacionadas con las artes escénicas, tradiciones y expresiones orales, artesanía tradicional y, rituales y festividades que busquen reforzar la identidad, ejemplo de aquello son los reconocimientos que se han dado en contextos urbanos a la música de la bohemia tradicional de Valparaíso, entre otros. Pero al ser intangibles, tales prácticas y representaciones no siempre alcanzan a ser valorizados por la sociedad en su conjunto, y muchas de ellas escapan de la connotación patrimonial.
De este modo existe una tensión entre una política de patrimonio material que tiende a valorar la significación urbana e histórica por el lado material, pero no así en el caso de la inmaterial, donde solo se remite a prácticas y actividades que parecen tener más relación con la industria del turismo que con la salvaguarda de elementos identitarios de la comunidad.
Es así como nace la idea de Patrimonio Oculto que apela, en primera instancia, a elementos materiales como a los discursos y prácticas, presentes o pasadas, interculturales y populares, que no están reconocidos por las instituciones, y que generan algún nivel de identidad, que en particular se refiere a la generación de arraigo sobre el espacio habitado. El Patrimonio Pculto puede encontrarse en conflicto con la gestión del patrimonio local cuando éste pone más trabas que facilidades para su reconocimiento, degradando su valor.
En otras palabras, el patrimonio oculto en ambas intervenciones realizadas por la ONG, tanto en los cités (donde resaltan figuras religiosas, fiestas y encuentros en espacios comunes) como en los conjuntos residenciales de la CORMU (que destacan como espacios de resistencia contra la dictadura, ollas comunes, clubes deportivos), alude a la pertenencia geográfica que tienen sus habitantes, vinculada, por un lado, a su historia como solución habitacional popular, junto con la participación dentro de espacios de organizaciones de los vecinos y, la adscripción de normas y valores que rigen en su interior. En esta línea, el patrimonio oculto deriva en un estilo de vida que se contrapone al proveniente del desarrollo urbano reciente, en el cual el arraigo es reemplazado por una transitoriedad sobre múltiples territorios, y las comunidades se edifican como enclaves verticales para generar una protección material y afectiva producida por una ciudad anónima.
El Patrimonio Oculto se manifiesta bajo el manto de sigilo que cubre la existencia de prácticas y representaciones socio-culturales que tienen un valor particular, están vigentes actualmente, cuentan con un legado histórico y urbano que necesitan ser visibilizado para su reconocimiento y preservación, como en el caso de las dinámicas culturales practicadas por los habitantes tanto de los cités como de los conjuntos residenciales construidos por la CORMU. Develar el patrimonio oculto es un modo de contribuir a mantener vigente la memoria social y urbana, reconocer la coexistencia de identidades propias arraigadas para no olvidar cuáles fueron las raíces sociales y populares que les dieron origen