De cóndores y pumas: una ecología y urbanización depredadora de los ecosistemas.

Por Gricel Labbé y Natalia Vernal
En enero de 2019 se viralizaron a través de redes sociales, dos videos de animales (no humanos) en espacios residenciales en la periferia oriente de Santiago, justamente en el sector que concentra las familias de mayor poder adquisitivo del país.
El primer video muestra a un puma, felino, que luego de una estrepitosa caída desde un árbol en Lo Barnechea es salvaguardado por miembros de las instituciones a cargo de dichas materias. El segundo video corresponde a un par de cóndores apropiándose de un asado en Lo Curro, comuna de Vitacura.
Algunos grupos animalistas, cuestionan las medidas de rescate del puma debido a su “espectacular caída”, como a la vez debatían acerca la alimentación de los cóndores, pero, la discusión no apuntaba a la invasión y depredación de sus hábitats. Es por ello, que la pregunta sobre la cual debemos reflexionar es ¿Cómo hemos ido construyendo ciudad y qué debemos hacer para frenar los efectos que genera la urbanización en los ecosistemas?
En primer lugar, es importante aclarar que estos avistamientos no son fortuitos y mucho menos anecdóticos, sino que reflejan la aguda crisis socio-ambiental que estamos desencadenado por una urbanización que a todas luces responde a la paradoja de la planificación, es decir, tenemos excesos de instrumentos pero nulos efectos.
El problema de los instrumentos de planificación es que no han sido capaces de generar un ordenamiento territorial sustentable porque 1) la mayoría son guiados, orientados, y ejecutados en una relación estrecha entre; la academia, investigadores y tecnócratas que a través de sus conocimientos parcelados difunden o promueven ideas (circuito de ideas centro-periferia, norte-sur, primer mundo-tercer mundo) las cuales no calzan con las realidades territoriales y escalares, 2) instituciones públicas que funcionan como facilitadores de procesos de planificación, e inclusive se vinculan política y económicamente con los agentes del mercado, y 3) instituciones privadas, quienes empujan a realizar los cambios normativos en post de conseguir “desarrollo” en las realidades locales, pero movidos por intereses económicos.
Esta tríada, claramente pasa por alto, una y otra vez, los socavones que generan sobre el medio ambiente humano y no humano (animales), entre los cuales se encuentran; 1) alteración del ciclo hidrológico y pérdida de calidad del agua, 2) impactos en los balances de energía y en los microclimas, 3) degradación, pérdida y fragmentación de hábitats, aéreos, acuáticos y terrestres, que se destruyen al impermeabilizar sus superficies 4) degradación de los arroyos 5) efectos sobre los hábitats terrestres , 6) Cambios en la estética de los arroyos y paisajes[1], etc.
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La preocupación e investigación que ha emergido de la urbanización de la precordillera apunta principalmente al problema de los riesgos socio ambientales desencadenados por el asentamiento de viviendas en zonas de amenazas latente, sin embargo no es la degradación del territorio animal y vegetal la que interesa, sino que como esta depredación afecta al hombre: “ya que la preocupación (…) es la pesca, no el pescado, son los bosques, no sus habitantes no humanos utilizados como recursos para uso humano, los cuales no son vistos como animales con valor inherente”[1]
El problema de fondo, es estructural y corresponde a la construcción de territorios desde una mirada parcial afincada en diversos niveles de violencia. Quienes ejercen la violencia no son los propietarios rurales que vive en un rancho, sino los grandes agentes privados que traen a estos espacios modos de vida completamente ajenos e insustentables, que obligan al desplazamiento, migración o muerte de los residentes del ecosistema anterior, como también son responsables los actores públicos que han permitido desde un punto de vista normativo que este escenario se materialice.
Por el contrario, nuestra propuesta avanza hacia el respeto sobre especies y los ecosistemas, aplicando 1) una ética de la justicia y no opresión hacia animales, ecosistemas y humanos, y 2) generar tácticas de acción directa en las diversas escalas.
Deseamos avanzar hacia una teoría y práctica holística y emancipatoria, en donde comencemos a imaginar a los humanos y no humanos como co-construidos dentro de una elegante simetría de la existencia y donde la tierra misma se considera un todo integral. Cuando comencemos a pensar y a construir ciudades desde este enfoque, desde la ecología de la liberación total, todo signo de violencia desaparecerá en los territorios, por ende, el puma y el cóndor como otros tantos caminarán libres y restaurarán sus hábitats.

[1] Romero, Hugo, & Vásquez, Alexis. (2005). Evaluación ambiental del proceso de urbanización de las cuencas del piedemonte andino de Santiago de Chile. EURE (Santiago), 31(94), 97-117. https://dx.doi.org/10.4067/S0250-71612005009400006
[2] Best, S. (2012).Total liberation and moral progress: the struggle for human evolution. In:
Animal Ethics: Past and Present Perspectives. Ed. Protopapadakis, E. D. Berlin: Logos Verlag, pp. 233-256.en Springer, Simon. (2019). Total Liberation Ecology: Integral Anarchism, Anthroparchy, and the Violence of Indifference

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