por Ignacio Arce Abarca
Observatorio CITépor Ignacio Arce Abarca
por Ignacio Arce Abarca
Observatorio CITéTras los resultados de las elecciones para Gobernadores Regionales del domingo pasado, algunas reflexiones emergen frente al nuevo escenario político que se abre. A pesar de los patrones socioeconómicos del comportamiento electoral y la relativa baja participación ciudadana, una de las sensaciones que ha calado profundamente en los chilenos es que existe una pretensión manifiesta de dejar atrás viejas estructuras sociales para dar paso a “unas nuevas”, cuyos principios debiesen quedar grabados en la futura Constitución, pero cuyos pasos y acciones estarán definidas por un irresistible proceso de descentralización regional, reflejado en los resultados electorales que vimos recientemente.
Esto significa pretender superar el modelo chileno ultra-centralizado forzado en el extractivismo de recursos naturales, para plantear formas alternativas de desarrollo desde lo local. El sello ecologista de los nuevos Gobernadores de Antofagasta, Coquimbo y Valparaíso, territorios que durante décadas han visto degradados sus ecosistemas, es elocuente en ese sentido.
Frente a este nuevo escenario, muchos podrían no comprender por qué cambiar de ruta si se consideran nuestros logros productivos que como país hemos acumulados en las últimas décadas, con buenas anotaciones del PIB y lujosas oficinas financieras en sectores exclusivos de La Capital. No obstante, a pesar de los “magníficos” logros materiales de Chile, el actual desmoronamiento de la política tradicional, sus instituciones y estructuras sociales, difícilmente hubiese ocurrido si no se hubieran tornado insoportables las injusticias, vejaciones, desigualdades, imposiciones y pisotones de nuestra élite y nuestros gobernantes sobre la gran mayoría.
Cabe esperar, de acuerdo con el ritmo de la historia, que las grandes crisis institucionales y la falta de proyectos cohesivos de sociedad deriven, necesariamente, en la descentralización del poder, lo cual puede ser canalizado institucionalmente con el fortalecimiento y mayor relevancia de los Gobiernos Regionales, donde las elecciones del domingo son sin duda un hito importante para la historia política nacional, pero también este proceso de descomprensión puede desbordar los causes institucionales, tomar un carácter propio y autónomo, cobrando mayor relevancia las comunidades territoriales a quienes el transcurso de la historia llama constantemente a hacerse cargo de su propio destino.
Las elecciones de ayer son un paso tan potente como inicial a esta pretensión descentralizadora que a todas luces está en marcha, es tarea de una nueva forma de hacer política, lejos de la “política profesional y tradicional”, para materializarla y sostenerla en el tiempo, donde probablemente el crecimiento centralizado no será el eje rector del desarrollo regional, o al menos será cuestionado, permitiendo abrir paso a formas de bienestar definidas y alcanzadas por sus propios habitantes desde la cotidianeidad de sus territorios, con lazos de vecindad y el desarrollo de sus oficios, y no por las insensibles estadísticas macroeconómicas que, con toda su bonanza, contribuyeron al Estallido Social.
Ignacio Arce Abarca
Geógrafo – Miembro ONG Observatorio Cité