Autoras: Catalina Loren, Gricel Labbé. ONG Observatorio Ciudades Integradas al Territorio (CITé)
En el contexto de las diversas demandas que han sido difundidas por el movimiento feminista a nivel nacional e internacional, podemos encontrar un conjunto de temas, los cuales muchas veces son categorizados dentro de un ámbito privado, tales como las labores domésticas, o bien a un ámbito público, como acceso a educación y trabajo. Sin embargo, ambas esferas tarde o temprano se ven relacionadas, dado que la vida privada posee un correlato con la ocupación y apropiación del espacio público a diario por parte de niñas, jóvenes y mujeres, cuyos usos a su vez tienen una expresión tanto fija como móvil.
Dentro de la categoría del habitar móvil, logramos identificar algunas particularidades dentro de la movilidad femenina, la cual estaría caracterizada por una mayor frecuencia (7% más de viajes en día laboral al comprarlos con los realizados por hombres), un mayor uso del transporte público y caminata[1], pero a su vez, algunas dificultades cotidianas con las que niñas y mujeres se ven enfrentadas en sus viajes habituales.
El sistema patriarcal y capitalista determina que la economía del cuidado debe estar a cargo de las mujeres, justificando esta imposición a partir de ideas que provienen de erróneas consideraciones sobre el rol que deben jugar las mujeres en la sociedad, y amparadas muchas veces por doctrinas religiosas o estudios pseudo-científicos. Es así como las mujeres para el cumplimiento de estas labores cotidianas, tales como el traslado de niños/as a centros educacionales, de adultos/as mayores a centros de salud, o la realización de compras para el hogar, despliegan un conjunto de estrategias para que sus traslados por la ciudad sean lo más expeditos y eficientes posibles, considerando este complejo patrón de movilidad.
Sin embargo, todas estas maniobras se ven dificultadas por el tipo de planificación urbana que se ha desarrollado por décadas, la cual ha estado a cargo de hombres que ordenan el territorio, construyendo infraestructura y creando sistemas de transporte en función de los usos que un hombre productivo y de mediana edad realizaría[2], excluyendo así no sólo a la diversidad de mujeres que también habitan el territorio, sino que también a niños/as, personas en situación de discapacidad, adultos/as mayores, entre otros.
En este sentido, la necesidad de entender y organizar la movilidad de manera inclusiva y desde una perspectiva de género se vuelve cada vez más relevante. Ya sea por la diversidad de desplazamientos que realizan hombres y mujeres, considerando sus diferencias en cuanto a modos, finalidades y riesgos latentes (acoso callejero). Pero a su vez, por la dispersión y configuración que están adquiriendo los territorios urbanos en la actualidad, los cuales obligan a sus habitantes a ser más móviles, empleando más tiempo de su vida a la realización de viajes cotidianos y recorriendo mayores distancias, desafiándonos a reconceptualizar los espacios asociados a la movilidad como escenarios en constante dinámica y transformación.
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[1] Isabel Serra en: http://www.newindie.org/movilidad-mujer/
[2] Paola Jirón en: http://www.uchile.cl/noticias/151756/seis-mujeres-de-la-u-de-chile-analizan-los-desafios-del-pais