En marzo del 2018, el Ministerio de Desarrollo Social lanzó el nuevo Sistema de Información Territorial de Alcance Comunal (SITAC), que consiste en un servicio de mapas con información social georreferenciada, derivada del Registro Social de Hogares (RSH)[1], creada para orientar la gestión y decisiones municipales.
Hace varias décadas atrás (comienzo de los 60), las escuelas de geografía avanzaron en la espacialización de información demográfica y social, a través de la geoestadística, enmarcado en el paradigma geográfico neopositivista, creyendo que el territorio era algo ajeno al sujeto, factible de medir objetivamente. Esto dio origen a modelos de focalización que incluye la variable espacial.
En este contexto, las Instituciones públicas, a través de, sus respectivas direcciones y/u oficinas de análisis “territorial” centraron sus esfuerzos en visualizar a nivel geográfico información que conllevase a una mejor toma de decisiones, y que no se consideren azares políticos en la focalización. En vista de lo exitoso que resultaron para la época la implementación de este paradigma, el SITAC, se inspiró en ellos, creando un modelo más moderno que sus predecesores, capaz de espacializar variables e indicadores.
Si bien las voluntades, hoy en día se unifican para disponer de herramientas digitales que aminorizan los conflictos en la elección de áreas en las cuales se debe focalizar, al parecer estamos viviendo el boom de la información territorial (IT) intra-instituciones, acercándonos peligrosamente al “fetiche espacial”, puesto que no es el primer ministerio que lanza una plataforma de dicha envergadura.
Así, con la información que los ciudadanos entregamos a través de encuestas y el uso de aplicaciones, estamos alimentado una BIG DATA estatal, que no logra comprender conceptos como espacio, territorio, entre otros. Puesto que estas BIG DATA no logran comprender el dinamismo de los procesos, y que no todo es mesurable.
Nos detenemos para pensar si estos sistemas de espacialización, realmente están mostrando la realidad de los territorios. O simplemente es una visualización de datos afincados en mapas interactivos que contienen la misma información -que por conocimiento propio de las instituciones tanto locales, regionales y nacionales y de las capacidades instaladas en los funcionarios- logran reconocer.
Si bien no se debe desmerecer el esfuerzo que se está llevando a cabo, creemos que el problema no radica en la espacialización de la información, sino más bien en que información se está espacializando para comprender a los territorios en su complejidad. Aquí tenemos un déficit sustancial. Aún, las instituciones a cargo de la construcción de estas plataformas (variables e indicadores visualizados), ya sea, por desconocimiento o voluntades, logran soslayar continuamente que el territorio no solo se construye por agencias individuales y colectivas, o por datos que registran las composiciones de hogares (RSH) sino también por las mismas instituciones intervinientes en el modelamiento de estos (véase geografía institucional).
El resultado de esto es evidente, quedando reflejado en los comentarios de funcionarios de diferentes particiones del gobierno: “llevamos 10, 20 hasta 30 años focalizando donde mismo y no pasa nada”, bajo esta afirmación ¿el SITAC ofrece solución?, sí seguimos construyendo sistemas de información geográfica que integran variables que comprenden solo una arista de los territorios (denominada por las instituciones demanda efectiva), es decir, las características socio-económicas, socio-educativas, socio-culturales de los individuos y hogares, volveremos a fallar, al igual que con los modelos anteriores.
Pero, qué pasa con la oferta en esos territorios, qué pasa con los programas y planes que están operando, como se expresan a nivel espacial. Si llevamos décadas trabajando sobre las mismas áreas (donde se concentran los indicadores y son posibles de visualizar hoy en día gracias a estas plataformas) por qué no logramos suplir las falencias que nos sigue entregando el SITAC.
Todo radica en lo que deseamos visualizar más que en cómo. En que variables e indicadores estamos considerando para acercarnos mínimamente a la complejidad territorial.
Cuando pongamos en jaque a las instituciones, sobre sus propias mediciones y como estas se pronuncian y articulan espacialmente, lograremos avanzar hacia acciones concretas, donde los programas de visualización de mapas no se transformen en un simple reflejo del perfil del habitante, que permite a los creadores decir entre líneas, ¡Hey ahora podemos georreferenciar información!, sino más bien, pensar herramientas que consigan crear modelos de focalización las cuales integren la tríada demanda-oferta-territorio.
[1] Principal herramienta de medición de estándares socio-económicos, utilizada por el Estado para la asignación de beneficios sociales.
Por Pedro Palma & Gricel Labbé
Geógrafos & Magíster de Desarrollo Urbano