Hace aproximadamente dos años se elevó, casi desapercibidamente, un montículo de tierra en la comuna de Colina, éste se encuentra adyacente a la Carretera Los Libertadores y al cruce del río homónimo que atraviesa la ciudad por el sector de San Luis. Considerando que no es raro efectuar trabajos de movimiento de áridos en la ribera de los ríos, sea para extraer material para la construcción o para construir alguna medida de mitigación, la estructura recibió poca atención en un comienzo, pero cuando las máquinas se fueron y simplemente la dejaron allí, entonces de inmediato la apreciación sobre el montículo derivó en preguntarse si acaso lo que se hizo allí fue construir un muro.
¿Por qué habría de construirse un muro en ese lugar? La realidad de Colina muestra que es una comuna profundamente segregada, casi se podría hablar de dos comunas completamente diferentes y separados físicamente por la Carretera Los Libertadores; por un lado el pueblo tradicional se caracteriza por la poca distancia que separa la Plaza de Armas con dos cárceles y un cordón de pobreza, fomentado por el SERVIU, que les rodea. Por otro lado, hace aproximadamente 20 años ha emergido la tendencia de los mega-proyectos inmobiliarios tipo “condominio cerrado siempre verde”, con laguna incluida, situados en lo que hoy se conoce como Chicureo, antiguamente un fundo perdido entre chacras y cerros en los límites con Vitacura, hoy considerado como un extenso sector residencial privado de Colina, llamado también “la extensión natural del barrio alto”.
Al estar parado por encima del muro es posible distinguir un paisaje antagónico; hacia un lado se sitúan peligrosamente a través de la ribera del río campamentos autoconstruidos, latentemente vulnerables ante la espontaneidad de la crecida, la cara menos visible y favorecida de la ciudad. La vista panorámica muestra al lado opuesto una ciudad distinta, la de los condominios cerrados que rápido se hicieron abundantes por Chicureo, después proliferaron en casi todo el resto del territorio y barrieron gradualmente con la antigua tradición agroproductiva que alguna vez existió en la comuna.
Si la carretera es en sí misma una división social en Colina que separa al pueblo tradicional de los proyectos residenciales cerrados, el muro vendría siendo la cristalización material de la oposición entre estos dos mundos que conviven. Pero va más allá, porque además de separar también oculta lo que no quiere ser visto, como si el Colina viejo, el que se beneficia residualmente de la “modernización”, fuera causa de vergüenza, un horizonte que debe permanecer oculto para el suburbanita motorizado cuando cotiza su nueva residencia o sale por su caseta de vigilancia. La pobreza se puede tapar con tierra, lo que importa es que no afecte a la rentabilidad de los proyectos que se venden al frente.
Este aspecto en específico es bastante oscuro porque existe poco conocimiento sobre cómo el sector extendido por el marketing urbano conocido hoy como Chicureo llegó a ser considerado la “extensión natural del cono de alta renta”, si analizamos un poco más en profundidad, si echamos luz sobre sus causas, de natural no tiene nada. Más allá de lo artificial de sus céspedes, de sus canchas de golf y sus lagunas, que allí existan los proyectos residenciales más exclusivos de la Región tiene orígenes bastante definidos, comprendidos en la presión histórica que ejercieron algunas empresas inmobiliarias y constructoras, quienes vislumbraron el futuro negocio inmobiliario que podría generarse y se hicieron de grandes extensiones de suelo y derechos de agua en el sector durante las década de 1980 y 1990, logrando en 1997 que el Estado, a través del MINVU, creará deliberadamente una normativa urbana a escala regional a su favor y otorgará permiso para edificar en suelo rural en casualmente los mismos terrenos de su propiedad. El tema de fondo es muy similar al bullado “Caso Caval”, la especulación con grandes extensiones de tierra puede ser tan rentable que corresponde a una práctica común a diversas escala en Chile, es por ello que mejor habría que preguntarse ¿en dónde no se efectuado un arreglo similar?
Es verdaderamente lamentable que por el interés económico de hacer lo más rentable posible a los proyectos residenciales privados, desarrollados por este grupo de empresarios que especularon con los recursos de Colina durante décadas y cuyo impacto socio-ecológico es hoy indeterminado, se hayan transformado las condiciones de existencia de una comuna por completo, secando las antiguas tierras productivas, implementando un sistema vial concesionado que segrega y no integra, y para no dejarlo ahí, atravesando su geografía por la lógica del muro, antes simbólico y hoy material, que incluso escapa de los condominios y se sitúa en el paisaje, y para que no queda duda sobre su finalidad, hoy se está completando el flanco que faltaba por levantar; el muro se instala como el corolario de una cicatriz que divide dos mundos que se separan cada vez más.
Por: Ignacio Arce Abarca, Geógrafo U. de Chile.