El aumento del flujo migratorio hacia ciudades productivas chilenas sumado al número insuficiente de viviendas subsidiadas por el Estado, a las dificultades que tienen los hogares migrantes para acceder a estas y los costos prohibitivos de la vivienda producida por el sector capitalista ha generado que la población migrante -independiente de la urbe en la que se encuentre- hasta hace cinco años solo tuviera dos alternativas para acceder a una vivienda; compartir con otros coterráneos una casa alquilada reacondicionada informalmente en las áreas centrales o trabajar puertas adentro en una casona avecindada en los sectores de más altos ingresos. En relación a esto, a partir de la llegada de una nueva ola migratoria -proveniente de países caribeños especialmente centroamericanos- ha variado la situación, hoy en día la localización y ofertas de viviendas no solo se concentra en el centro y pericentro de las ciudades, sino también cruza hacia barrios socioeconómicamente homogéneos, convirtiéndose en espacios de reserva para el migrante, es decir, la oferta de vivienda en arriendo se difunde en los sectores periféricos consolidados y la urbanización ilegal se traslada en algunos casos como ocurre en las ciudades del norte hacia territorios sujetos a amenazas naturales. Este nuevo paisaje enfatiza el rasgo de la auto-construcción y la dinámica de hacinamiento.
Esta construcción precaria del hábitat claramente a la luz de la opinión pública, genera estigmatización sobre zonas en donde la tacha de lugar acarrea consecuencias tales como racismo y xenofobia contra el migrantes, pero este tipo de asentamiento ha traído por otra parte beneficios al hogar los cuales se evidencian en su proyecto migratorio. Por ende el recorrido del migrante inquilino no se limita solo a las habitaciones en casonas subdivididas del área central emplazadas en los barrios históricos de las ciudades, más bien la proporción que se instala directamente en los barrios periféricos ha ido en aumento. Pero esta nueva localización no ha visto una mejora o cambio radical en el modo de habitar , es decir, el modo de ocupación y al tipo de hábitat al que se subscriben. Los hogares migrantes de la nueva ola independiente de su condición acceden a un tipo de vivienda en peores condiciones que a las que accedían la migración histórica. La calidad de arrendatarios persistentemente sin contrato y la plasticidad de la vivienda, es decir, la ampliación de cuartos sobre material ligero, evidencia la precarización del fenómeno. Frente a esto los migrantes se ven obligados a incrementar el uso social del espacio a través del hacinamiento, la densificación y el uso del espacio público versus una ubicación que les permita bajar sus costos residenciales y las distancias a los ámbitos productivos, recreativos, comerciales etc., por esto los migrantes recurren a la tugurización la cual se convierte en una de las alternativas, o más bien en una estrategia que permitiría el ahorro y afectaría de manera positiva la economía del hogar.
Es en función de las formas de habitar que se recurre al término de tugurio, históricamente trabajado en américa latina para evidenciar las formas precarias de acceso a la vivienda central. Se atisba desde el relato de los hogares migrantes que la forma del tugurio no es visto como un problema por el contrario, es el camino para acceder a la tierra y a la vivienda en contextos donde no es posible hacerlo de otra forma . Por esto existen hogares que están dispuestos a soportar y transar seguridad, salubridad y calidad habitacional por hacer cumplir la meta que persiguen en el proyecto migratorio. Pero no solo el carácter del tugurio es una forma de rentabilizar dicho proyecto, sino que también las decisiones tomadas frente a la elección residencial se tornan como importantes formas de estrategias a las cuales incurren algunos hogares. En este sentido, la localización y el tipo de hábitat constituyen una variable esencial de las estrategias residenciales que traduce las diferentes escalas de las prácticas de los citadinos, y cuyo papel no puede reducirse al de un simple revelo entre los demás atributos de la vivienda.
A raíz de lo comentado es interesante, revelar la existencia de diversas estrategias por parte de los hogares migrantes en la ciudades chilenas para acceder a la vivienda, pero aún más importante es la vulnerabilidad en términos de hábitat a la cual se encuentran sometidos, evidenciando las deficiencias de las políticas gubernamentales para hacer frente a la población que está arribando a los barrios dotándolos de dinamismo, revitalizando espacios públicos y transformando el hábitat próximo.
Por; Pedro Palma Calorio, Geógrafo y estudiante del Magíster de Desarrollo Urbano del IEUT. Miembro activo de Observatorio CITé.