Comunicado observatorio cité ciudades integradas al territorio

Reflexión sobre el caso Catrillanca.
Como ONG Observatorio de Ciudades Integradas al Territorio (CITé), no hemos podido quedar indiferentes ante la violencia desproporcionada ejercida a manos del Estado y, por tanto, hemos redactado el siguiente comunicado con el fin de desviar la discusión desde la crónica roja periodística, que ha buscado entender el evento como un hecho puntual y fortuito. Nuestro objetivo como organización es aportar a la comprensión de la complejidad de los territorios y sus comunidades. Por esto consideramos fundamental entender la genealogía del problema que comienza a raíz del desarrollo de un Estado-nación racista que construye constantemente un otro disruptivo.

Hoy queremos destacar tres puntos que nos parecen fundamentales a raíz de lo que ocurre actualmente en el Wallmapu. En primer lugar, nos referimos a la violencia de Estado ejercida sobre quienes supuestamente deben ser protegidos y también al establecimiento de un Estado-nación que protege los intereses de grupos elitistas. En segundo lugar, profundizaremos respecto a la cultura de la “chilenidad racista” como constitutiva de una sociedad altamente segregada que sustenta a la institucionalidad. Finalmente, hablamos sobre los efectos que genera el Estado y una sociedad alienada y enajenada en los habitantes de la zona, ejemplificando como consecuencia que la Araucanía es hoy la región más pobre del país.

1. La constitución de un Estado-nación que protege los intereses de ciertos grupos económicos.
Con respecto a la violencia de Estado, esta se lleva ejerciendo de forma ininterrumpida, haciéndose presente en la zona desde hace más de 200 años como han documentado diversos historiadores. La violencia en la región de la Araucanía no comienza con la irrupción del Comando Jungla, sino que se arrastra desde la época de la conquista española, “hay un dispositivo colonial que sólo cambia en sus matices históricos y hoy tiene la espectacularidad que requiere su Plan Araucanía” (Catrileo, 2018, p.1). Pero, ¿por qué sí este tipo de violencia que se arrastra desde hace mucho tiempo, es hoy noticia? La explicación tiene dos aristas, 1) por un lado, se busca criminalizar a las comunidades indígenas, lo cual permite validar las intervenciones militares en pos de la paz y el mantenimiento de la gobernabilidad del país, y 2) porque hoy la violencia ha escalado a niveles no vistos desde hace varios siglos, en pos de defender los intereses de los grandes empresarios económicos del país. Frente a este escenario hace sentido lo postulado por el filósofo Han (2016), “nos encontramos ante una sociedad que sanciona la violencia física como un medio para un fin. Es una sociedad sangrienta, distinta a la sociedad moderna, que es una sociedad del alma. Aquí, los conflictos se resuelven directamente con el uso de la violencia, es decir se eliminan de golpe” (p.15).

De esta forma, el asesinato de Camilo Catrillanca, es un caso más de violencia estructural, institucional e histórica. La intervención política, de los medios de comunicación y las fuerzas coercitivas (comando Jungla) han ido transformando un acto de reivindicación, en un ejercicio de terrorismo que supuestamente atenta contra la paz de los migrantes que si queremos, aquellos que poseen el capital económico, político, social y cultural, aquellos de apellidos europeos, poseedores de las tierras, como por ejemplo, la sociedad forestal CMPC, propiedad de la familia Matte.

2. La chilenidad racista como constitutiva de una sociedad altamente segregada
Una investigación del Centro de Estudio de opinión ciudadana y la Universidad de Talca[1] arrojó que el 70,6% de los chilenos considera pocos atractivos los rasgos físicos de los mapuches. En relación a esto, más de la mitad niega tener antepasados indígenas. Sin embargo, la realidad se encuentra estampada en el rostro de los millones de chilenos que transitan diariamente por las avenidas, en las cuales es imposible ocultar el mestizaje. Pero no sólo la piel es motivo de discriminación y racismo, sino también lo simbólico, según la misma encuesta el 70,7% de los encuestados cree que tener un apellido de origen mapuche puede perjudicarlos en el ámbito laboral, no es de extrañar entonces, que en Chile sea tan frecuente los cambios de apellidos, las cirugías estéticas y que la tintura “blonde” (rubia) sea la más vendida[2], con el objetivo así de alejar cualquier asociación a lo indígena.

Sin embargo, ¿existe una “raza” chilena, distinta a los pueblos originarios? la obra “Raza Chilena”, publicada en 1904 proponía la posible existencia de un único linaje, producto de la mezcla de los mapuches con los españoles. Sin embargo, el proyecto Chile Genómico (2012-2015), que estudió una muestra de 3 mil personas vino a desmitificar la existencia de una raza chilena propiamente tal:

“La distribución es muy pareja, oscilando el origen europeo en alrededor de 50%, el origen amerindio en alrededor de 48%, y el africano entre un 2% y un 3% promedio. Aunque según la región de Chile que miremos, estos porcentajes varían, oscilando el origen amerindio entre un 35% y un 55%, y el origen europeo entre un 40% y un 60%”.

Pero quizás más importante aún, ¿existen las razas? investigaciones (Correa, 2016; Appelbaum, Macpherson, & Rosemblatt, 2003; Margulis, 1999; Wallerstein & Balibar, 1991), han respondido a esta interrogante planteando que las razas son una construcción ideológica para imponer superioridad respecto a ciertos aspectos fenotípicos, pero que muchas veces no tiene nada que ver con el genotipo. Los rasgos físicos muchas veces no se condicen con los genes, una persona caucásica perfectamente puede tener un gran porcentaje de genes africanos, por tanto, se cuestiona cada vez el concepto de la raza, ya que todos somos producto del mestizaje.

Toda esta discusión está arraigada en una chilenidad racista que es inmune ante otro/a (Tijoux, 2016). La generación de este discurso e imaginario falso referente a la raza chilena, tiene sus orígenes en la colonia, en pos de la búsqueda de una identidad alejada a la del “guacho”, sin embargo, esta forma de representación y visualización a sí mismo trascendió más de dos siglos y hoy se constituye como una verdad, en la cual la raza chilena va fusionada a ciertas características tanto del fenotípicas como también atributos intelectuales, como que los chilenos son más esforzados y más inteligentes, en desmedro de las comunidades originarias que se les tilda de flojas, borrachas, sucias, salvajes y feas. Este imaginario está fuertemente arraigado en la elite económica-política-cultural y social chilena, que se visualizan a sí mismos como legítimos herederos europeos, sin embargo, y tal como han ayudado a desmitificar ciertos estudios, los orígenes indígenas están presentes en todos los estratos socioeconómicos, incluso en el de las más altas élites.

[1]https://www.radioactiva.cl/2018/02/el-40-de-los-chilenos-prefiere-a-los-rubios-y-la-mayoria-considera-feos-los-rasgos-mapuches/
[2] https://www.elciudadano.cl/columnas/chile-no-es-un-pais-xenofobico/11/16/

“la distribución genética por estrato socioeconómico, también encontramos que es relativamente pareja. El grupo ABC1 tiene un 40% promedio de genes amerindios, el C2 un 44% y el C3, 48%. En tanto, los grupos D y E, un 54%. Por lo tanto, somos un país netamente mestizo, y esta mezcla cruza transversalmente toda nuestra sociedad” (López, 2016).

Estos discursos respecto a la raza no hacen más que perpetuar y acrecentar una violencia, ya no sólo a través de las armas por parte del Estado, sino que es la misma sociedad chilena que, a través de una permanente violencia simbólica, legitima todas estas acciones, segregando al ser mapuche como un otro marginado de la sociedad.

3. Consecuencias en los residentes del Wallmapu
El 14 de noviembre de 2018, los medios de comunicación informaban de un “confuso incidente” en el que habría muerto Camilo Catrillanca, pero no informaban respecto a que la muerte había acontecido producto de un disparo por la espalda a un civil desarmado, y que había sido percutado por un miembro del denominado “Comando Jungla”. Tuvo que pasar más de una semana, para que recién la opinión pública pudiese enterarse de la destrucción de evidencia que la misma institución habría llevado a cabo con el único video que habría grabado el momento exacto del disparo y la muerte de Camilo (Cooperativa, 2018).

La violencia tiene lugar precisamente en la Región más pobre del país para el 2017 según la encuesta de caracterización socioeconómica nacional [CASEN] (Ministerio de Desarrollo Social, 2017), la cual mide pobreza multidimensional, y en donde residen un total de 989.798 habitantes (Instituto Nacional de Estadísticas [INE], 2017). Si bien, los países constantemente categorizan a su pueblo, a través de censos, encuestas, etc., con el fin, entrecomillas, de focalizar sus recursos, también estas se convierten en armas políticas que construyen fronteras físicas y simbólicas.

Discrepamos totalmente del análisis respecto a la idea de desarrollo de una región sólo a través de estos datos cuantitativos. Creemos como ONG que la Araucanía es uno de los territorios más ricos en saberes y es imposible cuantificarla con los mismos parámetros de rendimiento de otras regiones que se encuentran en su totalidad insertas en el circuito capitalista. La Araucanía nos da una bofetada de realidad sobre la geografía de resistencia y resiliencia que existe desde hace siglos. Nos invita a levantarnos y, a repensar de manera crítica y descolonizada los procesos socio-territoriales que se están desarrollando.

Si bien este documento es un mensaje diminuto y carece del llamado práctico a la lucha, podemos, al menos, recalcar el rol que tenemos como investigadores, profesores, tesistas y estudiantes, que muchas veces tomamos al Wallmapu como otra área de estudio interesante debido a su conflictividad, ejerciendo lo que Harvey denomina el extractivismo académico, es decir, delimitar e ir a “áreas de estudio” para sacar información que nos parece relevante y que nos sirve para nuestra acotada y, en muchos casos, descontextualizada investigación. En algún momento nuestras investigaciones deben dar el salto y aportar de una forma más concreta a la resistencia ejemplar de Camilo Catrillanca y el pueblo Mapuche. Si bien, este escrito no transgrede esos límites, buscamos que sea un grito desesperado en busca de un compromiso territorial y comunitario real.

Bibliografía
Appelbaum, N., Macpherson, A., & Rosemblatt, K. (2003). Race and Nation in Modern Latin America. Chapel Hill, NC: The University of North Carolina Press.

Cooperativa, (2018). “General Soto: Carabinero destruyó tarjeta de memoria porque tenía imágenes ‘personales’”. https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/ff-aa-y-de-orden/carabineros/general-soto-carabinero-destruyo-tarjeta-de-memoria-porque-tenia/2018-11-21/193409.html

Correa, J. (2016). La inmigración como “problema” o el resurgir de la raza. Racismo general, racismo cotidiano y su papel en la conformación de la Nación. In M. E. Tijoux (Ed.), Racismo en Chile: La piel como marca de inmigración (pp. 35-46).

Catrileo, D. (2018). “Cuando Santiago ardió por Camilo Catrillanca”. https://pousta.com/santiago-llamas-matias-catrillanca

Instituto Nacional de Estadísticas (2017). Censo de población y vivienda 2017.

López, A. (2016). Lo que la ciencia ha descubierto sobre la supuesta «raza chilena».

Ministerio de Desarrollo Social (2018). Encuesta de caracterización socioeconómica nacional, CASEN 2017.

Tijoux, M. (2016). Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración. Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 2016. 280 pp.
[1]https://www.radioactiva.cl/2018/02/el-40-de-los-chilenos-prefiere-a-los-rubios-y-la-mayoria-considera-feos-los-rasgos-mapuches/
[2] https://www.elciudadano.cl/columnas/chile-no-es-un-pais-xenofobico/11/16/

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